La tormenta más gigantesca del Sistema Solar calienta la atmósfera de Júpiter

Júpiter era el dios del cielo y del trueno, el poderoso rey de todos los demás dioses. En un Sistema Solar poblado por Mercurio, Venus, Marte o Neptuno, no sorprende que Júpiter sea el nombre del más colosal de todos los planetas que alguna vez han estado al alcance de la vista. El tamaño es al final la causa de que todo en Júpiter resulte extraordinario. En su «barriga» cabrían 1.000 Tierras, su «piel» está hecha de extrañas bandas y remolinos de gas que pueden superar los 640 kilómetros por hora y en sus «entrañas» se alcanzan presiones equivalentes a las de apilar 51.000 coches en un centímetro cuadrado, según la NASA.

Este gigante gaseoso, en cuyo interior el gas de hidrógeno está tan comprimido que se convierte en un metal líquido, tiene otra peculiaridad muy reconocible. Desde fuera se podría decir que es un lunar rojizo, llamado Gran Mancha Roja, pero un observador más prudente descubriría que está ante una colosal tormenta que mide entre 3 y 3,5 veces más que la Tierra. Por lo que sabemos, podría ser «eterna», porque ha estado ahí desde hace al menos 150 años, aunque ya en el siglo XVII los astrónomos a hablaban de un punto rojo en Júpiter.

Los científicos aún no tienen nada claro cómo o cuándo se formó ese inmenso remolino, o hasta cuándo estará ahí. Pero desde este miércoles, un estudio publicado en «Nature» por científicos de la Universidad de Boston ha contribuido a aclarar la oscura naturaleza de esta masa de gas. Según sus conclusiones, la Gran Mancha Roja es una importante fuente de energía capaz de calentar la atmósfera de Júpiter. Esto es importante porque hasta ahora las cuentas no cuadraban, ya que parecía que la atmósfera de Júpiter estaba siendo calentada por una fuente desconocida, y porque, además, permitirá entender mejor a planetas gaseosos del Sistema Solar y de más allá.

«Hemos identificado una fuente muy probable de la energía que parecía sobrar en la atmósfera superior de Júpiter: una onda de calor impulsada por la tormenta desde la atmósfera inferior», ha explicado a ABC Luke Moore, segundo autor del estudio e investigador en la Universidad de Boston.

Un Júpiter «demasiado» caliente

Hasta ahora, uno de los grandes enigmas de Júpiter había sido entender cómo era posible que las capas superiores de su atmósfera estuvieran a unas temperaturas comparables a las de la atmósfera terrestre, y eso que el gigante gaseoso está cinco veces más lejos del Sol que la Tierra de su estrella, por término medio.

Por ello, «diseñamos experimentos para trazar un mapa de la distribución de calor del planeta entero, en busca de anomalías térmicas que pudieran esconder pistas sobre el origen de la energía», ha dicho en un comunidado James O´Donoghue, primer autor del estudio.


Para ello, los astrónomos midieron la temperatura por medio de un telescopio capaz de observar la luz en la banda infrarroja. Así, «Pudimos ver casi inmediatamente que las máximas temperaturas se alcanzaban a elevadas alturas justo encima de la Gran Mancha Roja. ¿Era una extraña coincidencia o una pista?», se preguntó O´Donoghue.

A medida que los datos recogidos por la misión Juno vayan dibujando el retrato magnético y gravitacional de Júpiter, los científicos podrán penetrar en las entrañas del planeta y entender cómo es su interior, más allá de las densas nubes. Gracias a esto, se entenderá mejor cómo funcionan los campos magnéticos en general, y el campo magnético terrestre, en particular, una región del planeta de la que depende que se puedan mantener satélites en órbita, enviar misiones al espacio o que en la Tierra la radiación solar no barra la vida de la superficie.

Pero estudiar la atmósfera superior de Júpiter también tiene algunas potenciales ventajas: «Gracias a este tipo de avances, como es el intentar encontrar el origen de la energía que parecía sobrar, podemos confiar más en nuestra comprensión de cómo funciona la energía y la dinámica de las atmósferas de todas partes, incluyendo a la Tierra y a los exoplanetas. Esta región es cada vez más importante, a medida que las sociedades dependen más de los satélites de comunicación o los GPS», ha defendido Luke Moore.

A fin de cuentas, tal como pasa con otros muchos planetas y estrellas, Júpiter es un inmenso laboratorio natural en el que científicos pueden aprender cómo se comporta la materia y la física en unas condiciones extremas que nunca se verán en nuestro planeta, y ni mucho menos en un laboratorio.

-ABC.es

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